domingo, 5 de julio de 2009

Transformación

Cuando nació Gaspar, en esos primeros días de conocerlo, me dio la sensación de que Gaspar era como un buda: una persona apacible, sabia, y regordeta. Con el tiempo su tranquilidad, paciencia y buen humor siguieron siendo características que destacaban en él... hasta que cumplió siete meses.

Hace un mes yo diría (quizás menos) comenzó a sacar garras y voz. Las garras ya fueron mencionadas en el post anterior. Y sus gritos se han convertido en parte del paisaje auditivo habitual cuando:

  • alguien le quita un apetitoso libro o revista que él estaba degustando: AHHHGGGGG
  • cuando luego de un breve rato de estar sentado, cae hacia atrás y no puede reincorporarse: AAHHHHHGGG
  • cuando ya han pasado largas dos horas y media desde la última vez que ingirió alimento: AAHHHHGG
  • cuando está sentado en su coche más rato del que él considera tolerable: AAHHHGG
  • cuando quiere mirar el mundo desde la altura de los brazos de su madre/padre/abuelitos/nana: AAAAGGGGGGHH

  • ...y a veces, solo por el placer de pegar un buen grito.
¿Será que está aflorando todo el escorpión que hay en él?

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